El núcleo familiar es el contexto donde el niño/a tiene su primera interacción. Por ello, en relación a la importancia de la familia, hay que tener en cuenta que, a través de la misma, se deben promover una serie de principios y aprendizajes que son vitales para el crecimiento óptimo de los menores.
Aquí van algunos de los pilares esenciales que los progenitores generan en sus hijos/as:
Educación y respeto
Desde que nacen hasta aproximadamente los cuatro años, los pequeños pasan todo el tiempo con sus padres y, en este periodo, adquieren hábitos, valores y principios que contribuyen a inculcar una educación adecuada, alineada con el respeto y el buen hacer. Así, los menores van desarrollando capacidades y obteniendo conocimientos de gran relevancia para su desarrollo.
Amor y apoyo incondicional
La importancia de la familia en la infancia también viene determinada por el apoyo y amor que reciben los niños/as de los padres de un modo totalmente incondicional.
Y es que, independientemente de las personas que vayan conociendo los menores a lo largo de su infancia y etapas posteriores, la familia siempre estará ahí para todo lo que necesiten, y este es un sentimiento que se forja desde la primera infancia.
Socialización y desarrollo social
En la familia es donde los pequeños tienen su primera experiencia de socialización. Las habilidades sociales toman forman en el hogar y, por ello, los padres ejercen un papel muy influyente en la socialización de los hijos/as.
Si en el contexto familiar se transmiten valores positivos, basados en el amor, el respeto y la tolerancia, se estará promoviendo un buen ejemplo de interacción social para los menores. Y, en consecuencia, los niños desarrollarán una buena capacidad de socialización, que le permitirá relacionarse y aprender de otras personas de su entorno.
Empatía y tolerancia
La familia también ejerce una gran responsabilidad sobre el hecho de criar niños tolerantes y con una gran capacidad de empatía.
En este sentido, los menores cuando se empiecen a relacionar con el resto no tendrán dificultades para interactuar con diferentes tipos de personas y, a la vez, sabrán ponerse en la piel de los demás y tratar de entender sus situaciones y circunstancias particulares.
Generosidad y solidaridad
Aprender a compartir también es una aptitud que se desarrolla en el núcleo familiar y, especialmente, si el niño/a crece entre hermanos. De esta forma, el menor no desarrollará una actitud de egoísmo e ingratitud en su crecimiento, sino todo lo contrario; será una persona generosa y solidaria con los demás.
Extraído de https://formainfancia.com