Como agentes de socialización (familia, escuela, etc.) podemos observar a diario cómo en muchas ocasiones, los niños/as se enfadan cuando no consiguen lo que quieren. En estos momentos en los que no alcanzan o cumplen su expectativa o deseo aparece el sentimiento de la frustración.
La frustración es aquel sentimiento a través del que experimentamos emociones como la tristeza, la rabia, la angustia, la decepción, etc. En este sentido, podríamos decir que la frustración aparece cuando hay un obstáculo entre el niño y su meta, momento en el que afloran dichas emociones.
Las personas con un nivel de tolerancia a la frustración baja, tienen más posibilidades de enfadarse, angustiarse o entristecerse, por lo que tienden a sufrir a menudo de forma desproporcionada. Sin embargo, aquellos niños con alta tolerancia a la frustración, podrán mantener su estado de ánimo estable, aun no alcanzando la meta deseada, lo que conlleva a qué sean conscientes de que hay cosas que no van a ocurrir como queremos a lo largo de nuestra vida.
El error más común es intentar complacer siempre al niño, evitando que experimente el sentimiento de frustración, y por tanto el saber gestionar y poner solución a ello. Esto no favorecerá su desarrollo integral. De ahí que debemos dejar que los niños/as se enfrenten a menudo a situaciones negativas, problemáticas o frustrantes de forma que no siempre consigan lo que quieren.
Sabemos que conseguir que los niños/as se enfaden menos es un reto, pero es posible siempre que tengan las herramientas necesarias que le ayuden a gestionar estas situaciones. Es por ello, que surge la necesidad de educar a nuestros niños/as para que adquieran la fortaleza suficiente para afrontar con éxito las dificultades o problemas que les surjan en su día a día.
¿Cómo detectar la fuente de presión?
En primer lugar, debemos conocer cuál es el origen-causa del problema, teniendo en cuenta los siguientes aspectos:
- Si el niño presenta cansancio, debemos plantearnos si descansa lo suficiente.
- Saber si se le está exigiendo demasiado, teniendo en cuenta sus capacidades.
- Ver si el niño/a tiene un horario demasiado repleto.
- Saber si el niño/a identifica sus momentos de frustración, si sabe cómo le afecta; ayudándole a identificar sus sentimientos para poder expresarlos adecuadamente.
- Saber si el niño/a es muy perfeccionista.
Orientaciones prácticas
El objetivo principal es que el niño/a sea capaz de aplazar la satisfacción de los deseos, aprender a esperar, respetar turnos y sobreponerse cuando algo no le salga como él/ella quiere sin tener que reaccionar impulsivamente.
Algunas pautas que podrían ser útiles para ayudar a los niños/as son las siguientes:
- Mantener la calma como figura modelo: la familia y profesores guían continuamente a los niños, por lo que deben intentar no mostrarse inquietos ni gritar en situaciones en las que se observa que el niño siente frustración, pues podemos así aumentar la tensión y los sentimientos de malestar. Los niños a menudo aprenden por imitación por lo que desarrollar conductas negativas, hará que ellos las tomen como modelo, y las imiten. Sin embargo, si observan cómo nosotros toleramos estas situaciones en las que hay frustración, tomarán como modelo nuestra resolución. En definitiva, se trata de dar ejemplo.
- Evitar la gratificación ilimitada, diciendo no en ciertas ocasiones: debemos ponerles límites, saber decir no a sus constantes peticiones, fomentar que resuelvan los problemas por sí solos/as, permitirles equivocarse y aprender de sus errores y graduar las gratificaciones. De ahí, que les dejemos vivir y experimentar situaciones en las que pueden sentir frustración, y que comprendan la importancia del esfuerzo, y de que no todo se consigue cuando ellos/as quieran.
- Enseñarles y ayudarles a identificar y expresar lo que sienten en un momento de frustración. Identificar y expresar con palabras emociones como la tristeza, la ira, la angustia, la decepción, etc.
- Enseñarle a pedir ayuda: hay niños/as a los que les cuesta pedir ayuda, mientras otros la piden de inmediato. Debemos favorecer que sean ellos mismos los que intenten buscar la solución a su problema, animándolos a volver a intentarlo. Una vez que lo intenten, de no encontrar la solución deben saber que estamos dispuestos a ayudarles, para lo que podemos usar frases como por ejemplo: ¿qué podrías hacer en lugar de enfadarte o abandonar? ¿has probado a hacer...?
No debemos olvidar que se trata de guiarlos y ayudarlos, no de resolverle sus problemas y en definitiva sobreprotegerlos.
- Modificación de la tarea buscando otras opciones: podemos enseñarle alternativas para poder alcanzar su objetivo o meta. Darles herramientas y posibles soluciones para que no se queden bloqueados ni anclados en la queja. Por ejemplo, a la hora de hacer una actividad, podríamos dividirlas en pequeñas partes, para que las realice una a una. Asimismo es importante, que los objetivos que nos planteamos sean realistas, que se ajusten a su edad, madurez y capacidades.
- Ser constantes y no cambiar la decisión tomada: en los momentos donde el niño exprese su frustración a través de gritos, llantos, insultos o comportamientos impulsivos, tras una situación concreta, no cambiar la decisión que se ha tomado previamente. Cumplir las pautas unas veces sí y otras no, no favorece el proceso, solo agrava la situación. El niño, sabrá que finalmente vas a acceder a su petición o deseo, por lo que tenderá a repetir su comportamiento.
- Estrategia de “primero esto...luego lo otro”: el niño debe saber que la tarea que realice debe comenzar, realizarse y terminar, de forma que las cosas no se pueden dejar a medias. Por ejemplo: “primero hay que hacer esto, luego haremos...”De esta forma fomentaremos además la responsabilidad y el esfuerzo.
- Trabajar valores como la humildad: cada persona tenemos nuestras fortalezas y nuestras debilidades. No hay nadie perfecto, ni mejor que otro. Todos tenemos cosas que aportar a los demás.
- Reforzar las acciones apropiadas a través del refuerzo positivo: en aquellas ocasiones donde el niño/a retrase su respuesta habitual de ira, tristeza, angustia...sustituyéndola por un comportamiento calmado y en el que use una estrategia apropiada para intentar afrontar el problema. Las recompensas (mayor tiempo de juego, una chocolatina, un comentario-gesto positivo y de afecto...). Es una forma de que vean que valoramos su esfuerzo, su comportamiento y conducta, el proceso que han llevado a cabo para alcanzar su objetivo, las veces que lo ha intentado...De esta forma estaremos fomentando una mentalidad de crecimiento que será clave en su día a día y en la consecución del éxito.
Por último, os recomendamos algunos recursos para trabajar la frustración:
Cuentos para trabajar la frustración
Sofía, la vaca que amaba la música
Las jirafas no pueden bailar
La niña que nunca cometía errores
Video:
Otto. Un cuento sobre frustración y emociones:
https://www.youtube.com/watch?v=Gi4de8UBpo4
¿Os acompañamos?
Lucia Martos, orientadora.