Aprovecho el título de la entrada para acercaros al nuevo libro de Fernando Alberca, que justamente lleva este nombre “La magia del esfuerzo” (Ed. Toromítico, noviembre 2024).
En no pocas ocasiones, hemos dicho y oído que niños y adolescentes suelen huir de las actividades que conllevan un esfuerzo, ¿será algo propio de las nuevas generaciones o ha sucedido siempre? Según el autor es una de las cualidades de las nuevas generaciones, especialmente las nacidas después de 1980. Consecuencia de la sociedad de consumo, del llamado bienestar y de la cultura digital de observación más que de acción.
Quizás también tenga que ver con nuestro profundo deseo como progenitores de que nuestros hijos e hijas tengan una vida FELIZ, y creo que ahí está la “trampa”: ¿qué entendemos por felicidad y que enseñamos como tal?, ¿una vida cómoda, fácil o una vida de satisfacción, en la que sin duda, habrá dificultades?
Porque aparcar el esfuerzo no es solo una actitud, una conducta, implica consecuencias más profundas sobre la manera de estar en el mundo. Entre esas consecuencias de quien no se esfuerza están: la apatía, la inseguridad, baja autoestima, desconfianza, frustración, agresividad, desmotivación, ansiedad, impotencia, egocentrismo, tristeza, pérdida de sentido, depresión...
Según Alberca, a menudo, los resultados no son los que hemos diseñado en nuestra imaginación, porque la imaginación no opera en la realidad, pero la “felicidad” sólo puede darse en la realidad o no se da. Por eso es preciso aprender a no querer someter la realidad a nuestro deseo. Aprender que no tenemos que CONTROLARLO TODO y que no es necesario que algo RESULTE COMO ESPERAMOS para sentirnos felices.
Hay que aprender a ver y disfrutar con lo bueno que logramos, aunque sea distinto a lo que imaginamos. De modo práctico, hemos de descubrir el resultado siempre positivo y duradero que nos aporta todo esfuerzo, el que depende de cada uno, y valorar los esfuerzos en función de esa satisfacción que debe centrarse en lo que nos aporta, con independencia de otros resultados externos a nosotros.
¿Hasta qué punto en la familia se deben exigir ciertos esfuerzos a los hijos y de cuáles se trataría?
Exijamos esfuerzos en las tareas domésticas, familiares y diarias que les faciliten la oportunidad de experimentar la satisfacción de su colaboración, implicación, orden, honradez, sinceridad, trabajo, alegría, tolerancia ante la contrariedad, automotivación y un concepto optimista, realista y valiente ante las dificultades, con nuestra ayuda si la precisa y siempre con nuestro premio inmaterial y profundo. "Y demostrarles que nos importa más quién hace algo que ese algo quede hecho. Lo importante no es que el lavavajillas esté puesto o quitado, sino que él o ella ha sido quien lo ha hecho".
Propongamos tareas -pensemos también en las extraescolares- que no busquen sólo resultados externos o lograr títulos por encima de aprender; que persigan el disfrute, el desarrollo personal (cuidado con el estrés de las agendas, con no tener tiempo para jugar mucho más o para dedicarlo a las aficiones y a los propios intereses).
Enseñemos en su día a día la diferencia entre querer y apetecer. Con ejemplos cercanos a él/ella, demostrarle que quien hace lo que quiere es libre y quien hace lo que le apetece, es esclavo de su apetencia y será manipulado por quien gobierne los estímulos que reactiven su apetencia en cada momento: en el trabajo el día de mañana, en las relaciones personales, en sí mismo. Si huye de lo que quiere por no ser capaz de luchar por ello y se deja llevar por lo fácil, por lo que le apetece, no obtendrá lo que quiere en el fondo y a la larga. El esfuerzo posibilita la voluntad y la libertad y la libertad, su felicidad.
Asegurémonos de recompensar todos los pequeños esfuerzos que hace. Facilitarle creer que nosotros sabemos que los talentos que ya hemos visto y confirmado en él/ella, le hará superar los esfuerzos que se le presenten y busque superar.
Enseñemos que no ha de cambiar de objetivo porque encuentre obstáculos en el camino, hacerle experimentar la recompensa con la satisfacción por cada esfuerzo, sin hacerlo depender de otros resultados finales. Aquí también funciona el refranero español: “Lo difícil se hace y lo imposible se intenta". Y hablando de obstáculos, os ofrezco el poema de A. Pereira
que suelo trabajar con el alumnado de 4º ESO; para ellos/as, para cada uno de
nosotros/as: