¿Os suena esta frase? Seguro que la escuchamos en nuestra infancia y adolescencia, puede que hasta recordemos el sentimiento generado en nosotros/as por estas palabritas de nuestros mayores.
Era la manera de
enseñarnos a aceptar las contrariedades, un deseo no cumplido, los
imprevistos.. lo que ahora llamamos la TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN.
¿Será necesario
educarla consciente y explícitamente? Mi respuesta es SÍ.
Cierto nivel de frustración es necesario para fomentar el crecimiento emocional sano del niño/a, ayudándole así a que forje un carácter asertivo. Resulta fundamental ayudarle a comprender que ciertas cosas están fuera de su alcance y que no todo ocurre como él/ella quiere, para que así aprenda a disfrutar la vida tal y como se presente.
Si todos los deseos, las necesidades o las ilusiones son siempre satisfechos, el niño/a no estará entrenado ante las frustraciones y con cualquier mínima experiencia negativa, él se verá altamente frustrado. Llorar, que te rompan el corazón, que tengas nostalgia, todo esto son emociones necesarias para el desarrollo. Porque si no, ¿qué van a hacer cuando sean mayores y sientan todo eso?
Hablemos sobre la frustración. Normalicemos la frustración. Fomentemos conversaciones abiertas donde el niño/a pueda expresar cómo se siente frente a sus frustraciones, sin juicio, para ayudarlo a comprender sus emociones. Ayudemos a entender que sentirse frustrado es una parte normal del proceso de aprendizaje. Utilicemos ejemplos de situaciones cotidianas en las que otras personas también se frustran y cómo las manejan.
Evitemos la gratificación ilimitada para que adquieran un aprendizaje gradual de tolerancia a la frustración. En la vida nuestros hijos/as se encontrarán miles de trabas a lo largo de su vida. Decirles “no” cuando sea necesario, poner límites, permitirles que resuelvan los problemas por sí solos y dosificar las gratificaciones les permitirá tolerarla, confiar en sus capacidades y saber renunciar a los deseos de manera normal.
Premiemos la perseverancia, premiemos los esfuerzos y no solo los logros, esto ayuda a que el niño/a se enfoque en aprender de las experiencias difíciles. Recompensarles cuando demuestra paciencia o perseverancia ante una tarea difícil refuerza la idea de que se puede tolerar la frustración y seguir adelante. Elogiadlo por haber retardado su respuesta habitual de ira ante la frustración, y también cuando utilice una estrategia apropiada.
Los padres y madres debemos ser un ejemplo a seguir en la manera en que gestionamos nuestras propias frustraciones. Mostrar cómo nos enfrentamos a los retos, cómo respiramos, nos calmamos y analizamos la situación puede ayudar mucho. Los niños aprenden por imitación, “por lo tanto, si el referente más importante que tienen, es decir, sus padres, una vez enfrentados a una situación de frustración logran tolerarla adecuadamente, van a saber hacerlo cuando les ocurra a ellos.
Isabel Rojas Estapé (2025) es clara: “Tenemos que acostumbrarnos a tener más el «no» en la boca… pero empezando por nosotros mismos: no me compro esto, y no porque no tenga dinero, sino porque en realidad no lo necesito. Necesitamos apreciar el valor liberador de las pequeñas renuncias, como posponer cosas en el día a día, o aprender a tolerar un poco de dolor. Nos hemos convertido en una sociedad de personas que somos intolerantes al dolor, porque somos adictos al placer. Y estamos criando así a nuestros hijos”.
Visualizadlo junto a vuestro hijo/a y prequntadle su opinión…